lunes, 23 de junio de 2008

AMARAL

HABLANDO DE MÚSICA

Han transcurrido tres años desde Pájaros en la cabeza, el Lp que convirtió a Amaral en un fenómeno de masas. Ahora, el dúo formado por Eva Amaral y Juan Aguirre regresa con Gato negro, dragón rojo, un álbum doble que llega acompañado de una campaña mediática invasiva en la que lo de menos parece ser la música que contiene: diecinueve canciones marcadas por la inconfundible voz de la zaragozana, en las que se aprecia un evidente continuismo respecto a sus trabajos precedentes, pero también algunos leves cambios. Juan Aguirre habla de ellos.
—El nuevo disco tiene menos ornamentos, muy poca electrónica y ningún arreglo de cuerda. ¿Buscabais un sonido más rock?
—Es cierto que esta vez no hay cuerdas ni electrónica. Hay menos elementos, pero ocupando más espacio. Y las bases rítmicas tienen más contundencia. El disco tiene momentos folk, porque hay acústicas limpias y con aire melancólico, y otros donde las guitarras tienen más fuerza. La voz de Eva está grabada de una forma más presente, también ocupa más espacio. Pero se mantiene nuestra identidad, e incluso se acentúa, porque hemos trabajado con los elementos que más conocemos, obedeciendo a impulsos más repentinos.
—¿Y qué os lleva a plantearos el disco así?
—Ha sido un poco casual, pero de alguna manera estaba en la mente de los dos. Eva me había comentado tiempo atrás que le gustaría oír mis guitarras con mayor presencia. No necesariamente más rock, sino más nítidas. Y yo quería escuchar otros timbres mezclados con mis guitarras. Había una voluntad, pero no un empeño. Normalmente, no tenemos ideas preconcebidas sobre las cosas, trabajamos de forma muy impulsiva y visceral. Y esta vez nos ha salido hacer las cosas de este modo.
—Durante dos años habeis estado apartados de los medios, hasta que una entrevista en la revista Efe Eme aclaró la situación del grupo. ¿Hubo crisis en Amaral?
—Llevábamos sin tocar dos años, desde 2006, después de negarnos a hacer una gira enorme. Eva pasó por entonces por una situación bastante triste, y se produjo un detonante para que pensáramos que la banda había llegado a un punto en que debíamos reflexionar: Un medio de comunicación de Zaragoza se inmiscuyó en terreno personal y publicó unas fotos de carácter privado. El grupo había crecido, pero nosotros seguíamos siendo dos pibes de los barrios de Casablanca y Las Delicias, y no aceptábamos que el hecho de que nuestros discos funcionen bien y nuestras giras sean exitosas significara pagar ese precio. Nos negamos en redondo. Sentimos que habíamos tocado fondo. No estábamos dispuestos a convertirnos en dos muñecos ni aguantar ese tipo de cosas. Nos llegamos a cuestionar si merecía la pena seguir haciendo música. Pero, por otro lado, había gente que quería saber de nosotros, y pensamos que esa entrevista era necesaria.
—¿Un éxito masivo como el que ha alcanzado Amaral provoca autocensura?
—La verdad es que, sinceramente, no la hemos sentido. Nunca nos hemos planteado hacer otro El universo sobre mí u otra Toda la noche en la calle. De hecho, cuando salió Sin ti no soy nada como single, que fue el tema del Lp Estrella de mar que nos lanzó a niveles masivos, no pensamos que fuera a triunfar de esa forma, porque creíamos que era una canción demasiado extrema, muy triste. Después, El universo sobre mí no tuvo mucho que ver con ella, salvo que éramos los mismos intérpretes, y sin embargo podíamos haber pensado en usar más melotrón porque El universo tenía una introducción con deudas evidentes con Strawberry fields forever, pero trabajamos otro tipo de cosas. En cada disco, Eva se ha esforzado por abrir su paleta de colores. Y creo que yo tampoco he sentido esa presión. Cuando coges la guitarra y te enfrentas al papel en blanco, nada de lo que has hecho antes te sirve, debes buscar algo que te entusiasme tanto como aquello que te entusiasmó hace tiempo. Otra cosa es que se mantengan los arpegios de guitarra, porque es una manera de tocar que me resulta muy cómoda, del mismo modo que la voz de Eva es muy reconocible.
—El disco es doble. ¿No os daba miedo agotar al oyente?
—Lo del doble álbum nos lo planteamos como una forma de decirle a la gente que no íbamos a hacer un disco simplemente por cumplir. Era una especie de agradecimiento. Al mismo tiempo, teníamos nuestro propio estudio, lo cual nos daba la oportunidad de grabar lo que quisiéramos y cuando quisiéramos. Eso permitía sacar un disco doble a precio sencillo. Aún así, puede haber gente que no lo escuche entero o encuentre canciones que no le interesan. Por eso intentamos ser sintéticos y no prolongarlas de manera gratuita.
—Las maquetas se grabaron con el norteamericano Scott Litt. ¿Por qué le escogisteis?
—Habíamos hecho tres discos con Cameron Jenkins, y ya habíamos tomado la decisión de no grabar cuerdas. En aquel momento estábamos trabajando con guitarras acústicas y queríamos que se grabaran bien. Empezamos a escuchar discos como el Unplugged de Nirvana y los clásicos de R.E.M., que tenían unas tonalidades muy interesantes y estaban producidos por Scott Litt. Pensamos que estaría ocupadísimo, pero le enviamos una demo, se entusiasmó y nos propuso venir a Madrid dos semanas para grabar. Hicimos una maqueta de siete canciones. Con él empezamos a trabajar de otra manera, grabando pocos elementos. Aquellas maquetas se podían haber convertido en un disco, pero en aquel momento teníamos muchas canciones y decidimos darnos un tiempo. Finalmente, acabamos alterando algunas de las estructuras que habíamos hecho con Scott. De una forma bastante natural, volvimos a hablar con Cameron, que había estado trabajando con The Verve, y le contamos lo que habíamos estado haciendo. Nos dimos cuenta de que echábamos de menos su papel de ingeniero. Scott hacía un trabajo distinto, así que decidimos continuar el proceso con Cameron, se lo contamos a Scott y le pareció bien.
—En otras palabras: volvisteis a lo seguro.
—No hemos cerrado ninguna puerta. Incluso hubo un momento en que pensamos hacer una parte con Scott y la otra con Cameron.
—¿Fue Litt la conexión con Peter Buck, el guitarrista de R.E.M. que colabora en el disco?
—No, surgió a través de Juan Santaner, del grupo Jet Lag. Fue una casualidad. Le enviamos la maqueta del disco a Peter a través suyo y un día nos llamó y nos dijo que la canción Doce palabras le encantaba y quería colaborar. Juan Santaner había traído de gira a The Minus 5, y la posibilidad surgió a través de Scott McCaughey (miembro de Young Fresh Fellows que toca con R.E.M.). Eva y yo somos muy fans de los primeros discos de R.E.M., como Murmur, Life’s rich pageant, Document o Green. Y Automatic for the people es una pasada…
—El primer single, Kamikaze, tiene unos coros que recuerdan a Chris Isaak...
—Sí, por el falsete.
—En la letra decís: “Creímos en el rock and roll”. ¿Qué es el rock and roll para Amaral? Poca gente en España os definiría con esa palabra.
—Es cierto. Y, además, estoy de acuerdo. Cuando hablamos de rock and roll no nos referimos a un género. No hablamos de Chuck Berry tocando el riff de Roll over Beethoven. Para nosotros, el rock and roll es una forma de vivir, que nos llevó de nuestra ciudad a Madrid y a experimentar un montón de cosas que ni nos esperábamos, y que nos sigue pareciendo válida. Esa frase no se entiende sin el final, que dice: “Por eso estamos aquí, equivocados o no”. La letra no nos convenció hasta que no salió esa frase. Eva y yo venimos de la cultura rock, pero también del pop y del folk. No somos un grupo de género, ni reivindicamos la autenticidad del rock and roll. No queremos ofender a nadie.
—Esa manera metafórica de hablar del rock and roll, que también se detecta en el medio tiempo titulado, precisamente, Rock and roll, resulta excesivamente romántica. Hablais del “rock and roll para ser libres como el viento” y de “buscar la verdad”. ¿No es una ingenuidad en pleno 2008?
—Puede dar esa sensación. Por eso tiene valor el hecho de que lo utilicemos. Tenemos otras canciones donde hay más ironía, pero nos parecía una imagen bonita, romántica y, de alguna manera, reivindicable. Si relacionamos el rock’n’roll con una cultura del entretenimiento vacía de contenido, en el siglo XXI, con los ídolos caídos, ¿tiene sentido defender esto como una bandera? Bueno, es discutible.
—En vuestro primer Lp colaboró Fernando Alfaro, habeis participado en un CD homenaje a Surfin’ Bichos y Eva ha cantado con Lagartija Nick. Es decir, teneis contacto con un sector al margen de la gran industria. ¿Se puede vivir entre esas dos aguas?
—Me alegra que me lo preguntes, para decirte que sí, que es posible. Y no sólo es posible, sino que no creo en la separación de esos dos mundos. Es algo que no depende de los músicos, sino de cómo está estructurado el mundo. Cuando ni siquiera habíamos grabado el primer disco, ya tocábamos Universal (Lagartija Nick). Pero es que también hemos versioneado temas de Rosendo. O Resistiré, de Barón Rojo, con una guitarra de doce cuerdas. La cultura musical está compartimentada de forma ficticia. Entiendo que haya gente que desconfíe de un grupo que vende tanto y suena por todos lados, y me parece respetable y aceptable. Es algo del tiempo que nos ha tocado vivir y lo acepto, aunque no me parece bien.
—Todo eso lo compaginais con una versión de Bob Dylan para la Expo Zaragoza 2008, un single a dúo con Moby o la participación en el próximo concierto homenaje a Nelson Mandela en Londres. ¿No hay una sobreexposición de Amaral en los medios?
—Sí. Y, a veces, esa sobreexposición es enemiga de la comunicación. Esa fue una de las razones por las que decidimos parar, en 2006. Nos llegó la petición de adaptar la canción de Moby, a quien ya conocíamos, y pensamos que no era nuestro trabajo, pero la escuchamos, nos empezamos a entusiasmar, encontramos la conexión con Las puertas de la percepción, de Aldous Huxley, y decidimos hacerla. Lo de Dylan surgió cuando estábamos trabajando en el disco. Habíamos dicho que no íbamos a hacer nada al margen. ¡Pero es A hard rain’s a-gonna fall! Pusimos como excusa que era un temas muy difícil, pero a Eva se le ocurrió lo de Llegará la tormenta y nos gustó mucho. Es una canción para la ciudad, por eso no la hemos incluido en el disco. Pero sí, vale, lo entiendo, somos unos pesados (risas). ¡Y encima, ahora, sacamos un disco con diecinueve canciones!

Es casi imposible encontrar un disco de un artista español que no contenga colaboraciones amistosas. En el caso de Gato negro, dragón rojo era inevitable, dado que Xoel López (Deluxe) formó parte de la banda de directo de Amaral, que también han compartido escenario en numerosas ocasiones con Iván Ferreiro o Pereza. Todos ellos grabaron, pero no todos están en el álbum. «El último fin de semana de la grabación llamamos a varios amigos. De hecho, iba a venir también Ramón Arroyo (Los Secretos), pero estaba enfermo. Entre ellos estaban también Rubén y Leiva (Pereza). Tomamos unas cervezas, escuchamos varias canciones y, espontáneamente, hicimos coros todos juntos y ellos, incluso, tocaron algunas guitarras. Pero su compañía, BMG, no autorizó que la colaboración se incluyera. No sé a qué se debe, porque las guitarras de Estrella polar, una canción de Pereza, son mías. Son colaboraciones que no tienen mayor importancia y que surgen por amistad. No quisimos discutir y lo suprimimos». Añadiendo a la lista a Quique González, tendríamos a la aristocracia del rock comercial español. «¿Aristocracia? Me parece gracioso. ¿Y comercial? Depende. Bueno, vamos a ver, si te digo en esta entrevista que Amaral no es comercial, me vas a fulminar... Se ha demostrado que vendemos discos, así que somos comerciales, vale. Y lo de la aristocracia… No sé qué decirte. Mira, hemos colaborado con gente como The Winnerys, un grupo independiente que grababa para el sello Rock Indiana y que ya se ha separado. Si ellos hubieran vendido quinientos mil discos, serían también parte de la aristocracia. Mucha gente no sabe que hemos colaborado en maquetas de muchos grupos desconocidos».

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