viernes, 27 de junio de 2008

NOFX

DIVERTIDOS Y CONCIENCIADOS
Su presencia (y la de sus amigos Lagwagon) ha hecho subir enteros el cartel del Viña Paiporta 2008. La banda punk californiana más divertida de todos los tiempos pone el broche de oro a un festival que se ha reinventado pese a las dificultades, y que puede hacer gala de ofrecer a su público la única actuación en España de NOFX, un grupo autogestionario (siguen editando en su propio sello, Fat Wreck Chords) que, según la Wikipedia, «apenas hace declaraciones a los medios de comunicación, ya sea prensa, televisión o radio. Muy estrictamente se han prestado a ello mediante fanzines o publicaciones independientes». Desde Italia, en plena gira europea, Fat Mike nos atendió pocos días antes de su aterrizaje en territorio valenciano.
—El grupo empezó en 1983, así que este año NOFX cumple veinticinco años en activo. ¿Habeis planeado algo especial para celebrarlo?
—Quizá hagamos algunos conciertos conmemorativos en enero o febrero del año que viene, tocando canciones muy antiguas. También tenemos previsto editar un Ep con algunas de nuestras primeras maquetas, que nunca habían visto la luz hasta ahora.
—¿Pensabais cuando empezasteis que la banda seguiría viva después de tanto tiempo?
—Desde luego.
—¿Sí?
—Claro (risas). En 1983, cuando pusimos el grupo en marcha, nos dijimos: «Vamos a hacer esto durante los próximos veinticinco años. ¡Organicemos giras por Singapur y China!»
—¿Pero no habíamos quedado en que, según la máxima punk más famosa, no hay futuro?
—La verdad es que hemos sido muy afortunados y hemos podido mantener una carrera larga, y eso sin tener hits. Es realmente increíble. Siempre hemos tratado de pasarlo bien, y a la gente le gusta seguir viendo bandas con esa filosofía.
—Bueno, en España habeis tenido algún hit a nivel underground, como Don’t call me white.
—¿Ah, sí? Pues la tocaremos en Paiporta, sin problema.
—En 2007 publicasteis el disco en directo They've actually gotten worse live. ¿Se va a encontrar el público del Viña con algo parecido a lo que hay en ese álbum?
—No. En aquel disco aprovechamos para incluir canciones que no solemos interpretar muy a menudo. Tocaremos algunas, pero no demasiadas.
—Vuestro momento álgido en España tuvo lugar en 1994, con el Lp Punk in drublic. ¿Lo considerais vuestro mejor disco?
—Para nada. Creo que, sin duda, el mejor es So long and thanks for all the shoes (1997). Y también creo que The decline (un Ep de 1999 con una sola canción de dieciocho minutos de duración) está entre lo mejor que hemos grabado nunca.
—¿Hay alguna razón que explique vuestro éxito en España durante los años noventa?
—No tenía ni idea de que hubiéramos sido populares nunca en ningún sitio (risas). Creo que, sin duda, somos un grupo bastante bueno, pero hay bandas mucho mejores que nosotros, como Bad Religion. Quizá el secreto es la conexión con el público.
—¿Te refieres a los Bad Religion de Brett Gurewitz o a los actuales?
—Brett es un gran compositor, pero creo que el grupo sigue manteniendo un gran nivel en la actualidad.
—NOFX sobrevivieron a la moda punk rock de los años noventa. ¿Fue difícil hacerlo sin el apoyo de un sello multinacional?
—Creo que fue más fácil conseguirlo de ese modo. Sacamos nuestros discos de manera totalmente independiente, y la gente nos respeta por eso. Somos una banda de clase obrera. Incluso aunque tengamos cierto éxito financiero con el sello, es algo que hemos puesto en marcha nosotros, así que no tenemos ningún apoyo corporativo, y hay gente que prefiere defender a bandas como nosotros en vez de a las que trabajan con multinacionales. Es como seguir comprando en la librería o la panadería de tu barrio, en lugar de ir a unos grandes almacenes.
—Rancid o The Offspring tomaron el camino contrario, y decidieron firmar con grandes sellos.
—Nunca les hemos criticado por ello, pero creo que cometieron un error. Green Day, por ejemplo, tomaron la decisión correcta al fichar con una multinacional. Pero no fue lo más acertado en el caso de Rancid y Bad Religion, que deberían haber seguido en Epitaph.
—En todo caso, aquellos grupos, al menos, sacaron buenos discos. Ahora, se identifica el punk con Simple Plan o Blink 182. El panorama parece haber empeorado.
—Es un tema difícil. Simple Plan son terribles, pero no tiene nada que ver con el hecho de que graben con un gran sello. Seguirían siendo lamentables si se editaran los discos ellos mismos. El punk rock goza de buena salud. Sólo hay que encontrar las bandas que lo practican con convicción. El problema con las multinacionales es que no buscan el talento, porque saben que la masa no tiene sentido del gusto.
—¿Y qué es para tí el punk rock hoy en día?
—Lo mismo que antes: grupos que se emborrachan o se drogan, que no necesariamente son buenos instrumentistas, pero que hacen música magnífica y divertida. No tocan para tener fans, sino porque disfrutan haciéndolo.
—¿NOFX es todavía un grupo así?
—Por supuesto. Aún me encanta salir al escenario y divertirme en cada concierto. Si no lo pasara bien, no lo seguiría haciendo. Bueno, igual sí, pero prefiero no pensar en eso (risas). Para mí, NOFX sigue sin ser un trabajo, pero cuando debo tocar sobrio, porque estoy enfermo o por cualquier otra razón, en esos casos me da la sensación de estar trabajando.
—¿Entonces montaste un grupo para no tener que trabajar?
—No, en realidad trabajamos mucho en el estudio y con el sello. Pero el grupo es para pasarlo bien.

Aunque puede dar la sensación de que NOFX es una banda que sólo se preocupa de pasarlo bien y agotar las existencias de alcohol de los locales donde actúa, lo cierto es que la formación californiana ha dado numerosas muestras de su compromiso político a lo largo de su trayectoria. Por eso es interesante saber qué piensan de Barack Obama. «Esperemos que gane», comenta Fat Mike. «Quizá con el las cosas cambien. Lo que está claro es que con John McCain todo seguirá igual. Obama es la mejor opción, y tiene posibilidades reales. Que sea negro no es un handicap, porque, en realidad, el problema en EE UU no es de racismo, sino de clases. El enfrentamiento es entre la gente rica y la pobre. No les gustan los negros si son pobres, pero les encantan Michael Jordan, Tiger Woods o Barack Obama, que es un tipo educado y que habla muy bien». En 2003, NOFX pusieron en marcha la web punkvoter.com, para tratar de evitar la reelección de George Bush. «Bush no ganó esas elecciones, todo el mundo lo sabe. Aunque los demócratas no llegaron a la presidencia, punkvoter.com no fue una decepción, porque hicimos un buen trabajo. Varios cientos de miles de jóvenes se involucraron en una campaña política a través de la web, así que conseguimos plenamente nuestros objetivos. Por desgracia, perdimos las elecciones». Obviamente, está a favor de que los músicos también alcen la voz, como ha hecho, entre otros, Bruce Springsteen. «Creo que es bueno que la gente se implique. No hace falta ser político para hacerlo. De hecho, la mayoría de portavoces generacionales de la historia no pertenecían a la clase política. Ser una estrella del rock o del cine no significa que no puedas dar tu opinión».

lunes, 23 de junio de 2008

AMARAL

HABLANDO DE MÚSICA

Han transcurrido tres años desde Pájaros en la cabeza, el Lp que convirtió a Amaral en un fenómeno de masas. Ahora, el dúo formado por Eva Amaral y Juan Aguirre regresa con Gato negro, dragón rojo, un álbum doble que llega acompañado de una campaña mediática invasiva en la que lo de menos parece ser la música que contiene: diecinueve canciones marcadas por la inconfundible voz de la zaragozana, en las que se aprecia un evidente continuismo respecto a sus trabajos precedentes, pero también algunos leves cambios. Juan Aguirre habla de ellos.
—El nuevo disco tiene menos ornamentos, muy poca electrónica y ningún arreglo de cuerda. ¿Buscabais un sonido más rock?
—Es cierto que esta vez no hay cuerdas ni electrónica. Hay menos elementos, pero ocupando más espacio. Y las bases rítmicas tienen más contundencia. El disco tiene momentos folk, porque hay acústicas limpias y con aire melancólico, y otros donde las guitarras tienen más fuerza. La voz de Eva está grabada de una forma más presente, también ocupa más espacio. Pero se mantiene nuestra identidad, e incluso se acentúa, porque hemos trabajado con los elementos que más conocemos, obedeciendo a impulsos más repentinos.
—¿Y qué os lleva a plantearos el disco así?
—Ha sido un poco casual, pero de alguna manera estaba en la mente de los dos. Eva me había comentado tiempo atrás que le gustaría oír mis guitarras con mayor presencia. No necesariamente más rock, sino más nítidas. Y yo quería escuchar otros timbres mezclados con mis guitarras. Había una voluntad, pero no un empeño. Normalmente, no tenemos ideas preconcebidas sobre las cosas, trabajamos de forma muy impulsiva y visceral. Y esta vez nos ha salido hacer las cosas de este modo.
—Durante dos años habeis estado apartados de los medios, hasta que una entrevista en la revista Efe Eme aclaró la situación del grupo. ¿Hubo crisis en Amaral?
—Llevábamos sin tocar dos años, desde 2006, después de negarnos a hacer una gira enorme. Eva pasó por entonces por una situación bastante triste, y se produjo un detonante para que pensáramos que la banda había llegado a un punto en que debíamos reflexionar: Un medio de comunicación de Zaragoza se inmiscuyó en terreno personal y publicó unas fotos de carácter privado. El grupo había crecido, pero nosotros seguíamos siendo dos pibes de los barrios de Casablanca y Las Delicias, y no aceptábamos que el hecho de que nuestros discos funcionen bien y nuestras giras sean exitosas significara pagar ese precio. Nos negamos en redondo. Sentimos que habíamos tocado fondo. No estábamos dispuestos a convertirnos en dos muñecos ni aguantar ese tipo de cosas. Nos llegamos a cuestionar si merecía la pena seguir haciendo música. Pero, por otro lado, había gente que quería saber de nosotros, y pensamos que esa entrevista era necesaria.
—¿Un éxito masivo como el que ha alcanzado Amaral provoca autocensura?
—La verdad es que, sinceramente, no la hemos sentido. Nunca nos hemos planteado hacer otro El universo sobre mí u otra Toda la noche en la calle. De hecho, cuando salió Sin ti no soy nada como single, que fue el tema del Lp Estrella de mar que nos lanzó a niveles masivos, no pensamos que fuera a triunfar de esa forma, porque creíamos que era una canción demasiado extrema, muy triste. Después, El universo sobre mí no tuvo mucho que ver con ella, salvo que éramos los mismos intérpretes, y sin embargo podíamos haber pensado en usar más melotrón porque El universo tenía una introducción con deudas evidentes con Strawberry fields forever, pero trabajamos otro tipo de cosas. En cada disco, Eva se ha esforzado por abrir su paleta de colores. Y creo que yo tampoco he sentido esa presión. Cuando coges la guitarra y te enfrentas al papel en blanco, nada de lo que has hecho antes te sirve, debes buscar algo que te entusiasme tanto como aquello que te entusiasmó hace tiempo. Otra cosa es que se mantengan los arpegios de guitarra, porque es una manera de tocar que me resulta muy cómoda, del mismo modo que la voz de Eva es muy reconocible.
—El disco es doble. ¿No os daba miedo agotar al oyente?
—Lo del doble álbum nos lo planteamos como una forma de decirle a la gente que no íbamos a hacer un disco simplemente por cumplir. Era una especie de agradecimiento. Al mismo tiempo, teníamos nuestro propio estudio, lo cual nos daba la oportunidad de grabar lo que quisiéramos y cuando quisiéramos. Eso permitía sacar un disco doble a precio sencillo. Aún así, puede haber gente que no lo escuche entero o encuentre canciones que no le interesan. Por eso intentamos ser sintéticos y no prolongarlas de manera gratuita.
—Las maquetas se grabaron con el norteamericano Scott Litt. ¿Por qué le escogisteis?
—Habíamos hecho tres discos con Cameron Jenkins, y ya habíamos tomado la decisión de no grabar cuerdas. En aquel momento estábamos trabajando con guitarras acústicas y queríamos que se grabaran bien. Empezamos a escuchar discos como el Unplugged de Nirvana y los clásicos de R.E.M., que tenían unas tonalidades muy interesantes y estaban producidos por Scott Litt. Pensamos que estaría ocupadísimo, pero le enviamos una demo, se entusiasmó y nos propuso venir a Madrid dos semanas para grabar. Hicimos una maqueta de siete canciones. Con él empezamos a trabajar de otra manera, grabando pocos elementos. Aquellas maquetas se podían haber convertido en un disco, pero en aquel momento teníamos muchas canciones y decidimos darnos un tiempo. Finalmente, acabamos alterando algunas de las estructuras que habíamos hecho con Scott. De una forma bastante natural, volvimos a hablar con Cameron, que había estado trabajando con The Verve, y le contamos lo que habíamos estado haciendo. Nos dimos cuenta de que echábamos de menos su papel de ingeniero. Scott hacía un trabajo distinto, así que decidimos continuar el proceso con Cameron, se lo contamos a Scott y le pareció bien.
—En otras palabras: volvisteis a lo seguro.
—No hemos cerrado ninguna puerta. Incluso hubo un momento en que pensamos hacer una parte con Scott y la otra con Cameron.
—¿Fue Litt la conexión con Peter Buck, el guitarrista de R.E.M. que colabora en el disco?
—No, surgió a través de Juan Santaner, del grupo Jet Lag. Fue una casualidad. Le enviamos la maqueta del disco a Peter a través suyo y un día nos llamó y nos dijo que la canción Doce palabras le encantaba y quería colaborar. Juan Santaner había traído de gira a The Minus 5, y la posibilidad surgió a través de Scott McCaughey (miembro de Young Fresh Fellows que toca con R.E.M.). Eva y yo somos muy fans de los primeros discos de R.E.M., como Murmur, Life’s rich pageant, Document o Green. Y Automatic for the people es una pasada…
—El primer single, Kamikaze, tiene unos coros que recuerdan a Chris Isaak...
—Sí, por el falsete.
—En la letra decís: “Creímos en el rock and roll”. ¿Qué es el rock and roll para Amaral? Poca gente en España os definiría con esa palabra.
—Es cierto. Y, además, estoy de acuerdo. Cuando hablamos de rock and roll no nos referimos a un género. No hablamos de Chuck Berry tocando el riff de Roll over Beethoven. Para nosotros, el rock and roll es una forma de vivir, que nos llevó de nuestra ciudad a Madrid y a experimentar un montón de cosas que ni nos esperábamos, y que nos sigue pareciendo válida. Esa frase no se entiende sin el final, que dice: “Por eso estamos aquí, equivocados o no”. La letra no nos convenció hasta que no salió esa frase. Eva y yo venimos de la cultura rock, pero también del pop y del folk. No somos un grupo de género, ni reivindicamos la autenticidad del rock and roll. No queremos ofender a nadie.
—Esa manera metafórica de hablar del rock and roll, que también se detecta en el medio tiempo titulado, precisamente, Rock and roll, resulta excesivamente romántica. Hablais del “rock and roll para ser libres como el viento” y de “buscar la verdad”. ¿No es una ingenuidad en pleno 2008?
—Puede dar esa sensación. Por eso tiene valor el hecho de que lo utilicemos. Tenemos otras canciones donde hay más ironía, pero nos parecía una imagen bonita, romántica y, de alguna manera, reivindicable. Si relacionamos el rock’n’roll con una cultura del entretenimiento vacía de contenido, en el siglo XXI, con los ídolos caídos, ¿tiene sentido defender esto como una bandera? Bueno, es discutible.
—En vuestro primer Lp colaboró Fernando Alfaro, habeis participado en un CD homenaje a Surfin’ Bichos y Eva ha cantado con Lagartija Nick. Es decir, teneis contacto con un sector al margen de la gran industria. ¿Se puede vivir entre esas dos aguas?
—Me alegra que me lo preguntes, para decirte que sí, que es posible. Y no sólo es posible, sino que no creo en la separación de esos dos mundos. Es algo que no depende de los músicos, sino de cómo está estructurado el mundo. Cuando ni siquiera habíamos grabado el primer disco, ya tocábamos Universal (Lagartija Nick). Pero es que también hemos versioneado temas de Rosendo. O Resistiré, de Barón Rojo, con una guitarra de doce cuerdas. La cultura musical está compartimentada de forma ficticia. Entiendo que haya gente que desconfíe de un grupo que vende tanto y suena por todos lados, y me parece respetable y aceptable. Es algo del tiempo que nos ha tocado vivir y lo acepto, aunque no me parece bien.
—Todo eso lo compaginais con una versión de Bob Dylan para la Expo Zaragoza 2008, un single a dúo con Moby o la participación en el próximo concierto homenaje a Nelson Mandela en Londres. ¿No hay una sobreexposición de Amaral en los medios?
—Sí. Y, a veces, esa sobreexposición es enemiga de la comunicación. Esa fue una de las razones por las que decidimos parar, en 2006. Nos llegó la petición de adaptar la canción de Moby, a quien ya conocíamos, y pensamos que no era nuestro trabajo, pero la escuchamos, nos empezamos a entusiasmar, encontramos la conexión con Las puertas de la percepción, de Aldous Huxley, y decidimos hacerla. Lo de Dylan surgió cuando estábamos trabajando en el disco. Habíamos dicho que no íbamos a hacer nada al margen. ¡Pero es A hard rain’s a-gonna fall! Pusimos como excusa que era un temas muy difícil, pero a Eva se le ocurrió lo de Llegará la tormenta y nos gustó mucho. Es una canción para la ciudad, por eso no la hemos incluido en el disco. Pero sí, vale, lo entiendo, somos unos pesados (risas). ¡Y encima, ahora, sacamos un disco con diecinueve canciones!

Es casi imposible encontrar un disco de un artista español que no contenga colaboraciones amistosas. En el caso de Gato negro, dragón rojo era inevitable, dado que Xoel López (Deluxe) formó parte de la banda de directo de Amaral, que también han compartido escenario en numerosas ocasiones con Iván Ferreiro o Pereza. Todos ellos grabaron, pero no todos están en el álbum. «El último fin de semana de la grabación llamamos a varios amigos. De hecho, iba a venir también Ramón Arroyo (Los Secretos), pero estaba enfermo. Entre ellos estaban también Rubén y Leiva (Pereza). Tomamos unas cervezas, escuchamos varias canciones y, espontáneamente, hicimos coros todos juntos y ellos, incluso, tocaron algunas guitarras. Pero su compañía, BMG, no autorizó que la colaboración se incluyera. No sé a qué se debe, porque las guitarras de Estrella polar, una canción de Pereza, son mías. Son colaboraciones que no tienen mayor importancia y que surgen por amistad. No quisimos discutir y lo suprimimos». Añadiendo a la lista a Quique González, tendríamos a la aristocracia del rock comercial español. «¿Aristocracia? Me parece gracioso. ¿Y comercial? Depende. Bueno, vamos a ver, si te digo en esta entrevista que Amaral no es comercial, me vas a fulminar... Se ha demostrado que vendemos discos, así que somos comerciales, vale. Y lo de la aristocracia… No sé qué decirte. Mira, hemos colaborado con gente como The Winnerys, un grupo independiente que grababa para el sello Rock Indiana y que ya se ha separado. Si ellos hubieran vendido quinientos mil discos, serían también parte de la aristocracia. Mucha gente no sabe que hemos colaborado en maquetas de muchos grupos desconocidos».

PORTISHEAD

REGRESO TRIUNFAL

El escenario es el habitual en una promoción coincidente con un macrofestival: En un hotel de lujo de Barcelona, a escasos metros del Fórum, un puñado de periodistas esperan riguroso turno para hablar con Portishead. La sensación de caos se acrecienta en el presente caso, porque el trío de Bristol (en realidad, dúo, ya que la vocalista Beth Gibbons no habla con la prensa) concede las entrevistas en el mismo espacio que MGMT, el nuevo hype pop americano. Geoff Barrow y Adrian Utley (quien responderá finalmente a nuestro cuestionario) atienden a los medios para hablar del sobresaliente Third, su tercer álbum de estudio y el primero que graban en diez años, muy pocas horas antes de ofrecer el primero de sus dos conciertos triunfales en el festival Primavera Sound.
—Tras diez años de silencio, ¿os habeis sentido presionados a la hora de confeccionar Third?
—En todo caso, si sufrimos alguna presión fue interna. Queríamos hacer un buen disco, y la verdad es que no nos importaba lo que pensaras los demás. Ahora la cosa es diferente, porque lo estamos mostrando al mundo y nos encantaría que a la gente le gustara, que entiendan lo que hemos intentado hacer. Pero cuando estás trabajando, intentas disfrutar de lo que estás haciendo. La presión no es una de las fuerzas motrices para nosotros a la hora de hacer música.
—En una década, la industria del disco ha cambiado enormemente. ¿En qué lo habeis notado?
—Lo que está pasando es interesante, aunque resulta complicado desentrañar su significado. En estos momentos, gran parte del trabajo se desarrolla en internet. Es parte de nuestra vida. Hace diez años, estaba empezando a imponerse, pero hace sólo quince prácticamente ni existía. Eso lo ha cambiado todo en el entorno de la musica. Myspace está poniendo de manifiesto que las compañías de discos pueden no ser necesarias, y eso ha asustado a la industria. Las técnicas han evolucionado y han demostrado lo estúpido de su trabajo. Todo se cuestiona actualmente, y creo que eso es bueno. Vivimos en una situación caótica. Third estaba colgado en la red ocho semanas antes de que se publicara. Es un problema, porque no podemos vivir de la nada. Ha cambiado el valor de las cosas. No hablo de dinero, pero es evidente que debemos buscar un modo de continuar haciendo música. La industria está cambiando, eso está claro.
—En mi opinión, el disco es bastante oscuro. ¿Refleja vuestro estado anímico durante la grabación?
—Estoy de acuerdo, y es una consecuencia de cómo nos sentíamos haciendo música juntos nuevamente. La frustración por haber pasado tanto tiempo carentes de creatividad. No encontrábamos las respuestas que buscábamos. Por otra parte, a nivel político, el mundo está realmente jodido. Todos los días pasan cosas que no deberían ocurrir. En Inglaterra, la situación política es lamentable. No nos sentimos especialmente felices, y es lógico que eso se refleje en las canciones. Ahora tenemos hijos, y el futuro no parece halagüeño. Lo que ocurre a nuestro alrededor influye en lo que escribimos y en cómo suena.
—¿Podría decirse que Third es un disco político?
—Cuanto más hablo de ello, más cuenta me doy de que es así. Creo que el álbum es un reflejo de nuestro descontento político.
—Quizá por eso es también bastante triste.
—Sí, aunque nuestra música siempre ha sido muy emocional y ha desprendido cierta tristeza. Es algo que tiene que ver con el hecho de usar acordes mayores o menores. Los menores se asocian con la tristeza, y los mayores con la felicidad. Nuestro objetivo era escribir música triste usando acordes mayores.
—Canciones como Machine gun y We carry on tienen unos ritmos que remiten el krautrock. ¿Ha sido una de las referencias mientras grababais?
—Absolutamente. Geoff es un gran seguidor de Can. Pero es un género que nos ha interesado siempre. Llevamos años citando a Silver Apples, una banda electrónica americana. Y a The Human League, especialmente en sus discos primerizos, que usaban la electrónica de un modo muy interesante.
—En ese caso, imagino que también os interesa lo que hizo B.E.F. (British Electric Foundation), el grupo que montó Martyn Ware cuando se marchó de The Human League, previo a la creación de Heaven 17.
—No les conozco. ¿Y dices que estaba Martyn Ware? Pues tendré que buscar sus discos. En aquella época se hizo mucha música interesante. Obviamente, todos habían escuchado a Kratwerk y a otros grupos electrónicos primitivos, que también han sido una influencia importante para nosotros.
—Lo llamativo es que el disco también incluye un tema de corte folk tan diferente del resto como Deep water, sostenido casi únicamente por la voz de Beth y un ukelele, y sin embargo, el álbum tiene una cohesión sorprendente.
—Era lo que buscábamos, y por eso nos hemos tomado tanto tiempo para grabar. Hemos discutido cada detalle hasta conseguir un disco de sonido global. Escuchando Silence y Hunter, las dos primeras canciones, parece que entras en mundos diferentes, y por eso las referencias son múltiples. Hunter tiene un poco de Black Sabbath y un poco de Steve Reich. Muchas cosas distintas en busca de un resultado común. La idea era que el disco fuera como un viaje sonoro.
—¿Sois conscientes de la importancia que ha tenido Portishead en los últimos quince años?
—No pienso mucho en ello. Hemos vendido muchos discos, la gente ha venido a vernos, hemos generado un sonido que otros han reproducido... Supongo que sabemos que hemos tenido cierta importancia. Imagino que todo disco que obtiene una gran repercusión mundial tiene algún tipo de influencia en el futuro, de un modo u otro.
—Un curiosidad final. Técnicamente, Third (Tercero) es vuestro cuarto Lp. ¿No contais el directo Roseland NYC Live?
—Sí, pero es un disco en vivo integrado por canciones pertenecientes a los dos primeros. Pensamos que Roseland NYC Live tiene entidad por sí mismo, y estamos muy orgullosos de él, pero está más conectado con los otros dos, mientras que Third contiene material nuevo grabado en estudio.

En 2008 no sólo regresa Portishead. Massive Attack y Tricky, los otros dos nombres clave de la escena de Bristol en los noventa, y por ende, del trip-hop, también editarán material nuevo en breve. Los primeros, cuatro años después de la banda sonora Danny the dog. El segundo, cuando se cumple un lustro desde Back to mine. ¿Resurge la ciudad británica? «Es cierto que ambos discos saldrán este año», admite Utley. «Pero se trata de una coincidencia. Massive Attack ya han terminado el suyo, y están de gira. A Tricky hace años que no le veo, pero siempre ha sido muy prolífico. Lo raro era que llevara tanto tiempo sin publicar nada. No he escuchado nada de esos discos todavía». En cuanto a sus planes de futuro, parece que sus seguidores no tendrán que esperar otra década para escuchar la continuación de Third. «Ya estamos pensando en grabar otro Lp. Hemos dado un gran paso, así que primero vamos a acabar la gira actual y después nos ocuparemos de otras cosas que son prioritarias, porque todos tenemos familia. Pero nos pondremos pronto a trabajar en nuevas composiciones». Falta saber si Third engendrará una descendencia tan numerosa como Dummy, su influyente debut. «Sería interesante comprobarlo, porque cuando publicamos Dummy nos sonaba como si fuera un disco antiguo, y no sospechábamos que fuera a tener tanto éxito». De hecho, aunque han evitado grabar un disco al que se pudiera colgar la hoy desnaturalizada etiqueta trip-hop, Portishead no reniegan de su pasado, y los dos conciertos que ofrecieron en Primavera Sound fueron pródigos en temas de sus todavía vigentes primeros álbumes, como Cowboys o Wandering star. Es la ventaja de ser unos clásicos en vida.

jueves, 19 de junio de 2008

LAURA GIBSON

CON UNA PEQUEÑA AYUDA DE LOS AMIGOS
Si hace una semana era Krist Kreuger quien visitaba Valencia para presentar en directo las canciones de Southerly, esta vez le toca a Laura Gibson, una cantautora de corte folk también afincada en Portland (Oregón), que coincide con Kreuger en echar la culpa de la abudante escena musical de la ciudad al mal tiempo. «Sí, la verdad es que estoy de acuerdo con él», admite. «Yo he estado viajando bastante últimamente, así que no ha sido tan extremo para mí, pero hay una especie de melancolía que se palpa en el ambiente, especialmente en invierno. Lo mejor es hibernar y quedarse en casa componiendo». Es lo que hace que haya tantos músicos por metro cuadrado en la ciudad. «Definitivamente, tiene que ver con la meteorología. Portland también está llena de hermosos árboles y situada muy cerca de la naturaleza. Además, la cultura es amistosa, y parece que los músicos se animan unos a otros».
Sabe bien de lo que habla, porque en la grabación de If you come to greet me, su segundo disco, han participado la mayoría de componentes de Norfolk & Western. «No conocía a Adam Selzer, ni a ningún otro miembro de Norlfolk & Western, pero me inspiró mucho su disco Dusk in cold parlors, así como el trabajo de Adam con M Ward. Le mandé un tímido mail a Adam, para ver si estaría interesado en grabar las canciones que había escrito. Quedamos para conocernos y tomar un café, y me dijo que podía hacer el disco. Fue él quien llamó a los músicos de Norfolk & Western (Rachel Blumberg, Cory Gray y Peter Broderick). La primera vez que los vi fue cuando aparecieron por el estudio. Ahora, tocan conmigo en directop cuando pueden y somos muy amigos, así que me resulta extraño pensar que los conocí cuando vinieron a grabar».
La colaboración ha dado como resultado un disco con clara filiación estilística. «Creo que tengo más influencias del folk que del country alternativo, porque no sólo me ha inspirado la música folk. También me gusta el arte folklórico, la tradición... Así que creo que es el estilo en el que mejor encajan mis canciones». Por eso no es raro que la hayan comparado con Joanna Newsom, aunque Laura Gibson se aleja de la corriente weird folk para bucear conscientemente en las raíces del género. «Me encanta lo que hace Joanna. Creo que sus canciones son tan originales como auténticas, pero nuestra música es diferente. Ella tiene una educación más conectada con la música clásica y, como decía anteriormente, yo procedo del folk tradicional».
En la gira que la trae hasta Valencia la acompaña Al James. «Es la primera vez que viajamos juntos, pero somos amigos desde hace muchos años. Me encantaría que acabáramos los conciertos cantando juntos».
Y en cuanto regrese a casa, deberá pensar en su próximo disco, ya que aunque If you come to greet me se ha editado recientemente en España, apareció en su país en el año 2006. «Ya tengo grabadas la mitad de las once canciones que incluiré en él. De hecho, tocaré algunas en esta gira. El productor es Tucker Martine, que ha trabajado con The Decemberists y Laura Veirs, así que estoy muy emocionada. Se publicará en Estados Unidos a principios del año que viene. En estos momentos estamos decidiendo qué sello lo editará».
Laura Gibson se ha dado a conocer en España con el álbum If you come to greet me, pero para completar su discografía hay que buscar otras referencias, como el CD autoeditado Amends, que publicó en el año 2004. «¡Oh no! ¿Has escuchado ese disco?», exclama horrorizada la cantautora estadounidense. «En realidad, era un Ep que nunca llegó a publicarse oficialmente, pero del que yo misma distribuí algunas copias, así que no lo considero estrictamente como un álbum. Además, la experiencia con Amends fue tremendamente descorazonadora para mí. Dos tipos se ofrecieron a grabar algunas canciones conmigo, pero el resultado acabó pareciéndose más a lo que hacían ellos por su cuenta que a lo que yo buscaba. Considero If you come to greet me como lo primero que he grabado que suena exactamente como lo hacía en mi cabeza cuando lo esribí». Porque, claro, no se puede considerar tampoco un disco oficial Six white horses: Blues & traditionals, vol. 1. «Aquello fue un Ep de edición limitada que saqué de cara a una gira que hice durante una primavera y un verano. Como indica su título, contenía seis versiones de blues y canciones tradicionales, como One dime blues, de Blind Lemon Jefferson o Freight train, de Elizabeth Cotten. Lo grabé en una antigua casa victoriana, durante un fin de semana, con mis amigos Jason Leonard y Sean Ogilvie. Quiero continuar con la serie, me parece un buen modo de aprender algunas piezas de guitarra que pueden resultar complejas. Además, me encanta compartir esas viejas canciones con el público más joven».

lunes, 16 de junio de 2008

SOUTHERLY

CANCIONES CONTRA LA LLUVIA
Southerly es el nombre artístico tras el que se esconde el músico Krist Kreuger, un ilustre desconocido que, no obstante, lleva prácticamente toda la vida tocando. «Aprendí guitarra a los nueves años, y a los doce formé mi primer grupo», comenta. «Southerly nació en 2003. Tras varios intentos fallidos de poner en marcha una banda seria, empecé a grabar por mi cuenta canciones con la guitarra acústica y el piano. Grabé una casete con siete temas que distribuí entre mis amigos, y la respuesta fue positiva, así que pronto comencé a ofrecer conciertos».
No le debió resultar complicado hacese un hueco en una ciudad, Portland (Oregón), en la que abundan los músicos: Richmond Fontaine, M. Ward, The Thermals, Blitzen Trapper, Dolorean, Norfolk & Western, Laura Gibson... «La escena es muy activa e incestuosa, hay muchas bandas que comparten componentes. Creo que una de las causas de tanta creatividad es la meteorología. En Portland llueve ocho meses al año, así que la mayoría del tiempo lo pasas dentro de casa, y debes hacer algo para no acabar subiéndote por las paredes».
Debutó en 2005, con Best dressed and expressionless. «Era un disco conceptual. Trata sobre tres amigos míos y mi abuela, que fallecieron con muy pocos meses de diferencia. Es un homenaje». Curiosamente, su segundo álbum, Storyteller and the gossip columnist, también es conceptual. «Los dos tienen un estilo similar, dado que ambos comparten el mismo modo de componer, pero creo que he crecido mucho a nivel personal entre uno y otro».
El disco no tiene distribución en España. «Apareció en mayo en Estados Unidos. Ahora estamos estableciendo contactos con varios sellos, aprovechando que estamos de gira por Europa, para ver si hay suerte y encontramos una compañía que quiera editarlo». Quien lo haga, tendrá en su catálogo un interesante trabajo, grabado entre junio de 2006 y enero de 2007. «Las doce primeras canciones se registraron hace dos años, entre una gira con Jeff Hanson y otra apoyando The sound the hare heard, un recopilatorio del sello Kill Rock Stars en el que compartí protagonismo con Sufjan Stevens, Colin Meloy y otros. Decidí sondear discográficasy durante ese tiempo compuse más material, así que volví al estudio y grabé otros tres temas, que también he incluido en el disco».
Kreuger no menciona a Colin Meloy por casualidad, ya que, en ocasiones, sus canciones se han comparado con la de The Decemberists. «Bueno, ambos grupos han sido definidos como chamber pop. Este tipo de referencias sólo valen de un disco a otro. Nadie sabe cómo sonará el próximo de Southerly». Lo que sí tiene claro es el formato con el que se presentará en Valencia el próximo jueves. «Cuando estuve en el AV Festival de Málaga, en octubre del año pasado, actué con la banda al completo. En la presente gira, sin embargo, viajo acompañado sólo por mi guitarrista, Casey Montgomery. Eso nos da la posibilidad de llevar las canciones a su origen, y adaptarlas a formato dúo para trabajarlas desde la estructura». Y permitir que vehiculen unas historias inspiradas por su propia vida y sus experiencias. «No puedo tomar prestada la honestidad de otra persona, las letras deben salir de dentro de mí. Necesito escribir sobre temas personales, cosas que tengo que sacar a la superficie. También puedo crear personajes o situaciones en una canción que representen algo que he sentido, pero el punto de partida siempre es una circunstancia relacionada directamente con experiencias propias».

THE BELLRAYS

DUROS, DULCES Y VISCOSOS
Sus conciertos son una experiencia inolvidable por la tremenda descarga de adrenalina que ofrecen, pero también por la imponente presencia de Lisa Kekaula, una vocalista portentosa que arrastra tras de sí al resto del grupo (y al público) con una facilidad asombrosa. Los californianos The BellRays brillan presentan "Hard, sweet and sticky", el sexto álbum de una trayectoria marcada por el rock, el soul y el punk de alto octanaje.
—Lo primero que llama la atención en Hard, sweet and sticky es la ausencia del guitarrista Tony Fate. ¿En qué medida os ha afectado su marcha?
—Si te dijera que no hay diferencias con los discos anteriores sonaría ridículo, pero fuimos Bob Vennum y yo quienes pusimos en marcha este grupo juntos, en 1990, así que no hay nada que pueda detenernos a estas alturas.
—¿Por qué se marchó?
—Deberías preguntárselo a él (risas). Nos dijo que había terminado un ciclo y no ofreció más explicaciones.
—Su marcha ha supuesto el regreso de Bob a la guitarra, un puesto que ya ocupaba en los inicios del grupo. ¿Era más sencillo que buscar un sustituto?
—Sí, pero no lo hicimos por eso. En su día, Bob se puso a tocar el bajo porque no encontrábamos a nadie que lo hiciera. Nos pasamos años buscando al bajista adecuado, y como no había manera de hallarlo, él sacrificó su puesto. Fue por eliminación, como Paul McCartney con The Beatles.
—En el disco toca el bajo Bill Mohler, del equipo de producción Heroes and Villains. ¿Se ha unido al grupo en la gira?
—No. Tony se marchó muy poco antes de que entráramos a grabar, y Bob no se veía capaz de ocuparse de la guitarra y el bajo. Cuando pensamos en Heroes and Villains para que produjeran el disco, el asunto se solucionó por sí solo. Pero en directo nos acompaña otro bajista, Justin Andrews.
—Cuando una banda tienen un sonido tan específico como el vuestro, macerado a lo largo de más de una década, ¿cuáles son sus objetivos al entrar en el estudio para grabar un sexto álbum?
—Siempre he tenido un objetivo principal cada vez que hemos hecho un disco, fuera cual fuera: Escribir buenas canciones y tener el máximo control sobre nuestro trabajo. Este álbum ha sido especial porque, por primera vez, hemos trabajado con productores ajenos al grupo, y nos ha venido muy bien tener la mirada externa de alguien que pudiera tomar decisiones al mismo nivel que nosotros.
—¿Estais satisfechos con el resultado?
—Desde luego. Hard, sweet and sticky es uno de los Lps en que más nos hemos divertido.
—También es vuestro disco más ecléctico. ¿Estás de acuerdo?
—Sí, creo que el título refleja perfectamente el contenido: Es duro, dulce y viscoso. No va en una sola dirección, y así es como son The BellRays, aunque haya gente que piense que nos centramos en un estilo determinado.
—Además, es vuestro disco más limpio en cuanto a sonido.
—Sí, y tiene que ver con el equipo que hemos utilizado para grabarlo. ¡Nunca había visto los micrófonos con los que he cantado esta vez!
—Lo que no cambia es tu voz. Psychotic hate man recuerda a Nutbush city limits (Ike & Tina Turner).
—¿Te lo parece? ¡Es estupendo! ¡Nadie me lo había dicho antes! Es una analogía estupenda (risas). La canción me encanta, y lo tomo como un gran cumplido. Me encanta Tina Turner, y en cuanto hable con el grupo se lo voy contar.
—Vuestros conciertos suelen ser arrolladores. ¿Os considerais, principalmente, una banda de directo?
—Si hacemos caso de lo que la gente dice con frecuencia, tendría que responder que sí, pero me gusta pensar que nuestras grabaciones son igual de importantes que los conciertos. Lo pasamos muy bien sobre el escenario, pero también grabando.
—Una curiosidad final, para terminar. ¿De dónde procede tu exótico apellido?
—Mi padre es medio hawaiano. Mucha gente cree que es escandinavo, porque no es usual en Estados Unidos, pero desde luego, Hawai también pertenece al país (risas).

SR.CHINARRO

COMO GATO PANZA ARRIBA
Por encima del bien y del mal. Así está Antonio Luque desde que publicó El fuego amigo, el disco que le permitió ampliar audiencias y con el que rindió definitivamente a sus pies a la crítica. El mundo según y, ahora, Ronroneando, son sólo nuevos capítulos de una historia que se repite desde hace ya unos años, y que sitúa a Sr. Chinarro en la cúspide del pop español, por mucho que algunos fans veteranos no acaben de asumirlo. «Hay una minoría de gente que sigue al grupo desde los comienzos y que, por alguna razón, prefiere los primeros discos», admite Luque. «Yo, lo único que sé es que, cuando toco canciones viejas en directo, sólo reacciona el uno por ciento del público. Lo que pasa es que debe ser gente muy activa en internet, porque da la sensación de que son muchos más».
Ronroneando podría definirse como un disco de crisis sentimental. «Bueno, parece que habla más o menos de eso, pero las letras no son unívocas, se pueden interpretar de diferentes maneras». Los amores reñidos, por ejemplo, suena como una interpelación a su ex pareja. «Sr. Chinarro no es mi diario personal. Que utilice un pronombre no quiere decir que esté hablando de mí», se defiende el músico, que, no obstante, escribe «He vivido para cantar lo cantado» en la hoja promocional del disco, pese a que niega que El Gran Poder trate sobre las dificultades legales que tiene para poder ver a su hijo. «No, no, es sobre las persianas que hay en la habitación de una chica. Esto pone manifiesto que sigo sin hacerme entender, lo cual alegrará mucho a los fans más antiguos», responde con sorna, para añadir: «Pero, si quieres, hablamos de la custodia compartida, no tengo ningún problema, porque me parece un tema importante. A ver si, ahora que tenemos una Ministra de Igualdad, toma cartas en el asunto y demuestra que sabe lo que significa esa palabra, porque parece que todavía no se ha enterado».
Musicalmente, el disco esconde algunas sorpresas, como el aire brasileño de San Antonio. «Jordi Gil, el productor, pensó que le iría bien un ritmo de tumbao, y la llevó a ese terreno». Poco importa que el tumbao sea un ritmo cubano, y no brasileño, del mismo modo que a Luque tampoco parecen preocuparle las similitudes de El teórico con las canciones típicas de la tuna. «Quería hacer una ranchera. Hace poco estuve tocando en México y me traje varios discos. No sé por qué no lo voy a intentar. Otra cosa es que esté claro que lo que mejor le va a Sr. Chinarro son los medios tiempos siniestrillos y ligeramente románticos. Los artistas, y lo digo con timidez, somos así: caprichosos, volubles... Nos aburrimos y queremos hacer cosas diferentes. Pero no siempre nos salen».
Por lo demás, el disco mantiene la fidelidad a sus referentes habituales (entre ellos, The Church), y cuenta con la colaboración de la violinista Ana Galletero (Travolta) y de Ana Fernández-Villaverde (La Bien Querida), protegida de Luque. «Ana Galletero es amiga, y antes que contratar a un desconocido para que grabara las cuerdas, prefería que lo hiciera ella. En cuanto a La Bien Querida, ya no necesita protección alguna, porque la ha fichado Elefant y está grabando su primer disco. Yo sólo le hice un poco de promoción desde mi myspace, porque estaba convencido de que iba a salir adelante, como así ha sido».

EL ASUNTO LITERARIO
Hace mucho tiempo que circula el rumor, alimentado por la reconocida cualidad poética de sus letras. Tarde o temprano, parece que Antonio Luque dará el salto a la narrativa y publicará su esperada primera novela. «Ya he empezado a escribir, y parece bastante claro que, cuando la termine, habrá posibilidad de editarla, a no ser que salga un churro muy grande», bromea. «Lo que pasa es que tengo miedo, porque soy consciente de que, en este caso, tengo más a perder que a ganar. Me da la sensación de que todas las buenas críticas que recibo con los discos se van a convertir en malas cuando decida sacar los pies del tiesto. Pero también es verdad que los libros no se pueden piratear, y eso podría compensar un poco. Mi autoestima como escritor es muy frágil, y me parece casi un milagro llegar a redactar doscientas páginas, excepto si se trata de un disparate inconexo». A la espera de que se decida, no está de más saber cuáles son sus escritores de cabecera. «Aunque no conseguí terminarlo, porque perdí algunos tomos en la última mudanza, mi libro favorito siempre ha sido En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Me parece una obra maestra. Cuando era más joven, en la fase de mi vida en que más he leído, me encantaban Baudelaire, Rimbaud... Por supuesto, también Jack Kerouac y otros autores americanos. Creo que, en general, en la mayoría de libros hay algo disfrutable. Ahora tengo bastante tiempo libre, pero aún así no leo demasiado, supongo que es porque estoy pensando constantemente en que yo soy antes productor que consumidor, y eso me crea cierta ansiedad».